Un parroquiano del Alto Paraná me dice: “'Estamos trabajando': la nueva frase de los encargados de la
corrupción sistémica o de la función pública”.
Según la TGC, la ignorancia siempre está en movimiento, a la
espera de la ocultación de los poderes.
Nuestro ciudadano y su decir, sobre las verdades de la
política, ya sea en campaña, o en funciones del cargo, que siempre nos
sorprende con frases, hechos, actos y prácticas, tratando de acallar la
protesta contra gran corrupción imperante, en todos los puestos públicos
nacionales: debido a la falta de claridad, libertad y virtud, que sustenten y acompañen
para bajar este flagelo en el país.
“Lo único que falta
decir es que la Constitución les guía, ante cualquier crítica a las mismas
funciones que no cumple”.
Nuestra democracia social de derecho, va marcando la
importancia de la buena administración de justicia, único camino capaz: si es
bien aplicado para lograr el rápido progreso de toda la colectividad. En la confianza
hacia estos llamados—pero no reconocidos—funcionarios públicos, radica la
mejoría real de un Estado.
El país está comenzando a sufrir los embates de las aguas,
en las ciudades costaneras y los bañados, lo cual contrasta con la apresurada y
premeditada acción de construir grandes obras públicas, al amparo de los
préstamos pagaderos a largos años, pero con intereses abultados, que no compensan
en la satisfacción de las necesidades públicas.
Así es como se lleva a la crisis a las naciones, en todo el
mundo, pero aquí en Latinoamérica es regla sin excepción. Una práctica
constante basada en la ignorancia y la corrupción.
Por eso hoy niños y jóvenes del país, reclaman que sea
superada la costumbre de prometer y no cumplir; ni siquiera en la provisión de
los materiales de lectura básicos para su educación.
Es una enfermedad expandida a la sombra del flagelo número
uno del mundo, sacudiendo hoy hasta al más grande de la Región; así es como se
comprueba, que la ignorancia como elemento dinámico del sistema, trabaja sin
descansos ni feriados.