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La corrupción y el cuidado

Un parroquiano del Bañado Sur, muy ofuscado me decía: “A los funcionarios públicos debemos cuidarlos; para aguantar la corrupción sistémica”.

Aunque parezca contradictoria su afirmación, la Teoría General de la corrupción (TGC), lo explica con esta premisa: “Toda ignorancia es y será aprovechada por el poder, en el grado que fuere”.

La sola emisión de las palabras “funcionario público”, genera una chorrera de dudas legales, cuando se trata de calificar los servicios y las personas vinculado al sistema estatal. Una confusión, en términos de interpretación normativa, podría ser calificada de ignorancia.


Según la gramática española, funcionario, es todo aquel que sirve al Estado. El pleonasmo “funcionario público”, corriente en los países de la región, no ayuda mucho a la descripción de la realidad, necesaria para juzgar correctamente los hechos.

La expresión, se refiere a todo aquel que presta un servicio al estado; sea electo por voto popular o nombrado. Sin embargo, muchos hicieron correr la versión callejera, de que los votados por la gente, están excluidos de esa calidad, solo en virtud de la Ley 1626/00, que así lo establece, erróneamente, por cierto. Usar este criterio restrictivo, para una cuestión general, interpretativa, trae aparejado lo que denominamos ignorancia en la ocultación del poder.

La Constitución Nacional, las Convenciones internacionales anticorrupción ni el Código Penal, establecen tal diferencia, resultando por ende una norma automáticamente derogada, inaplicable y ajena a la interpretación correcta en cuanto a los sujetos de derecho.

Ahora bien, el abuso de estos funcionarios se manifiesta también, en el trato. Como lo que le pasó a un ciudadano, cumplidor y puntual en sus facturas de servicios públicos, al cual le hicieron llegar una doble, con el sello de “último aviso”. Con el fin de verificar si constaba el pago de la factura anterior, llamó al call center de la ANDE, pero le respondieron que no podían ofrecerle respuesta alguna. Le “ordenaron” que llamara el lunes para hacer su reclamo.

Ante la solicitud expresa del usuario, de que le haga el favor de darle esa información, que se presupone está en su base de datos, recibió como respuesta evasivas, tonada alta de voz y como conclusión la colgada del teléfono, por parte de la “amable” funcionaria.

El muy mentado derecho del consumidor y usuario, aún se encuentra distante de nuestros lares. Nuestra democracia va creciendo y tratando de comprender la claridad, la libertad y la virtud; para lograr bajar este flagelo mundial: la corrupción sistémica. En esta la ley se convierte en letra muerta, porque los encargados está a la caza y pesca de servirse de la ignorancia, la tolerancia y hasta si se quiere, la bondad de quienes pagan para sostener sus gigantescas estructuras.

En un Estado social de derecho, no es el ciudadano quien debe cuidar del Estado; sino que los funcionarios están pagados, para dirigir los esfuerzos y recursos, para la satisfacción de la comunidad, sin exclusiones ni privilegios.

Todas las instituciones del país, están abandonadas, a la espera del ruego de los ciudadanos, para que alguien se digne en atenderlos. Encima, siguen endeudándonos por más generaciones, para cubrir los costos de décadas de corrupción en las obras públicas, las binacionales y los entes descentralizados.

Parece ser costumbre acuñada, para quien detenta un cargo, cumple una función o simplemente presta ocasionales servicios, auto-concederse la potestad de servirse como suya de la cosa pública. Un objetivo transversal dentro de un poder corrupto, implantado gracias a la ignorancia del pueblo, al servicio y cuidado de intereses económicos parciales.


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