Una parroquiana de Asunción llama diciéndome: “Hecha la ley, hecha la
trampa ¿Cuál es la solución?”
Según la TGC la corrupción utiliza la ley en la ignorancia.
Parece algo imposible que justo la ley sea el móvil de la gran
corrupción en cualquier lugar del mundo, ya que, sin ella, no sería posible
la convivencia en el mismo.
Ahora, sobre la cuestión de “hecha la ley, hecha la trampa”
es importante saber de que la ley es un elemento interno de la ignorancia, que
la identifica con dos cabezas: una de verdad y virtud y otra de vicio e
ignorancia.
Es decir, en la jerga popular las cabezas son una cara de justicia y otra
de corrupción. Que, generalmente al desconocer los movimientos necesarios y
elementales de la corrupción, según su fórmula de poder sobre ignorancia (TGC),
es muy difícil de entender en una simple llamada de teléfono o pregunta a la
carrera.
Por eso mi preocupación de que se comience a leer sobre el tema.
“Pero, ¿cuál es la solución? Si hoy siguen encontrando fraude de los
encargados de los medicamentos”
En primer lugar, una vez modificada la ley penal de fondo y comprender
que la ignorancia no puede ser alegada por ningún funcionario del Estado, según
el artículo 8(Código Civil), tendremos alivio.
“Entonces nunca puede terminar la corrupción en Paraguay” —expresó.
La pretensión de encuestar y decir “hay corrupción en la vida pública”,
en todas las instituciones y también entre particulares es una simple venta de
empresas de maletín, para sacar provecho de los encargados en las luchas de las
naciones; a través de millonarias auditorias al estilo clásico de
Latinoamérica: caja chica de los avivados en los poderes públicos.
“El único lugar donde no existen ratones es el Poder Judicial, pero sí
está lleno de trampas…” —insistió la dama.
Claro, son los encargados de la interpretación para dar solución a los
conflictos entre particulares y también del Estado y particulares.
Aquí juegan un papel importante el sistema democrático y la voluntad de
un pueblo de querer y procurar salir de la ignorancia en los manejos de los
poderes.
Primero, reconociendo a los encargados como simples depositarios de la fe
pública que si no hacen bien ni respetan la cosa pública, que es la República,
son responsables con sus propios bienes.
Esto está en nuestra Constitución. Es una de las claves de cómo
bajar la trampa en la ley con la ayuda del curacionismo.
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