Hemos explicado que a la corrupción no le interesa nación, sexo, doctrina o poder en el mundo; todos le sirven para recaudar para un sistema, montado y dirigido hábilmente, produciendo abuso financiero contra toda equidad y justicia. Esta realidad imposibilita el progreso de las naciones, se comparten supuestamente obras, monumentales, casi imposibles a simple pensar, predicando ante el mundo que será para el crecimiento de ambos pueblos; pero, a la hora de compartir en partes iguales el producto, de tales obras, en su rendimiento: el abuso financiero, al servicio de la gran corrupción, impone la injusticia más desgarradora a una nación tan golpeada y maltratada por su don natural de luchar contra este flagelo, desde el tiempo más remoto, al ser la primera República independiente de Sudamérica. Saliendo ya al paso, de los movimientos abusivos de la época, en términos financieros y culturales.