Una parroquiana de Ciudad del Este me llama y me dice: –Necesitamos
trabajar y que baje la corrupción.
Según la TGC, la corrupción solo puede bajar si baja la
ignorancia.
Estamos en una época difícil. Hay mucha necesidad social por la
dificultad planteada, de no poder trabajar libremente para tratar de satisfacer
las necesidades familiares, normalmente, como lo hemos estado haciendo antes de
esta pandemia.
–Aquí la cuestión está muy difícil, la gente ya no puede más. La vida
en la frontera es como vivir en países ajenos. Sin amigos. –argumentó
la mujer.
Ahora estamos sin trabajo y sin medios suficientes para afrontar la
claridad de la vida pasajera; tratando de convencernos a través de la
propaganda de un sin número de obras, cuyos costos arrodillarán más a esta población,
de entre los llamados subdesarrollados, mantenidos con grandes promesas y
politiquería, surgidas cual hongos en el país.
Se aplica este principio hasta para la creación creación de nuevos
programas de supuestas ayudas sociales, a los más débiles económicamente,
sostenidos con los platos de las hidroeléctricas. Fábricas de primer
mundo, desdibujadas al servicio de un poder, cuya única fuente de financiamiento
es seguir consiguiendo préstamos sobre la cabeza de la población.
–Nosotros conocemos la forma de los negocios y también de los
negociados; y su moneda a través de la corrupción. –amplió la ciudadana.
Indudablemente Ciudad del Este es una ciudad cosmopolita y
tal vez equivalente, en economía, a ciudades del mundo desarrollado.
Sus ciudadanos están cansados de esperar y ser burlados.
Este acontecimiento mundial trajo consigo un cambio de vida para
cualquier mortal. Y nosotros, que hemos comenzado a querer vivir una democracia
social de derecho.
Al tratar de exigir este derecho, la población siente la falta
total de planificación, prometida meses atrás, al comienzo de toda la crisis.
Si no bajamos la ignorancia, levantando la conciencia de los poderes,
siempre habrá corrupción.
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