Una parroquiana de Cateura me dice: “Parece que todas las licitaciones
públicas se arreglan”.
Según la TGC, el poder es naturalmente corrupto a la
función.
Para entender un Estado de derecho en los países subdesarrollados,
tal vez deba considerársele, en primer término, como si se tratara de un
sueño imposible.
“Pero si existen tantas instituciones para controlar como
anticorrupción, pero ninguna se hizo sentir antes que la prensa” –se
cuestionó la ciudadana.
Mientras exista el desconocimiento de la gran corrupción en
los distintos poderes y la forma de ser penalizados a los actores, la buena
salud de este flagelo llamado corrupción seguirá floreciendo en cada rincón de
la geografía.
“La simulación con la transparencia que al tratar de comprobar
son vanos o huecos” –describió la dama.
Ahí dió en el clavo al darse cuenta de la forma como se presenta a la
corrupción en los distintos poderes. Existen contratos a la vista, cuyos
contenidos, promesas, generalmente interesantes, pero cuyo cumplimiento siempre
se abandona y la carga o el pago, lo terminamos pagando todos. A eso podríamos considerar
vano. Tan perjudicial al país.
Decir no cuesta, así como preparar documentos; así como comunicar promesas
en trámites transparentes, que hoy son llevadas al extremo con alta
motivación ética, de boca, subjetivista.
En América Latina, el sistema de la corrupción hasta al Estado de derecho
lo usa como muletilla. Total, ni el subdesarrollo ni los virus respetan,
al pretender justificar muchas veces, ocurre todo lo contrario en la gente. Cansada
de escuchar y soportar a simuladores funcionales, al amparo de los cargos,
sobre la espalda de un pueblo harapiento con la ignorancia en acción.
Aumentan la deuda cada día sin el menor cuidado del cómo y cuánto
pagaremos. Son los grandes golpes de estilo a nombre de los más necesitados.
Pintando cada día nombres responsables, pero sin cumplir con lo establecido
sobre la responsabilidad en la función pública, en la propia Carta Magna,
los tratados y convenios internacionales anticorrupción firmados y ratificados.
Así es como se acalla a la colectividad.
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