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Discurso de presentación de la doctrina curacionista en Lambaré-Paraguay

Supremo “Dios”, amada patria, queridas familias del Paraguay: dirigentes de Nación Grande, trabajadores de prensa, amigas y amigos de la democracia:

Estamos aquí, hoy, en la Ciudad de Lambaré, para dar un anuncio a todo el Paraguay, a todo el mundo. Hoy se inicia el camino de la emancipación real del pueblo; hoy iniciamos, nuestra propia acción política como ciudadanos comunes, como familias; hoy iniciamos el proceso de la curación social.

Y he aquí a este hombre, quien les habla, hijo de dos gloriosos campesinos, agricultores y trabajadores de esta bendita tierra, que hoy detenta el título de abogado, y quien tiene el honor de ser el encargado de dar esta propuesta.

Aquí junto a ustedes, familias paraguayas de bien, quienes de manera solidaria, comprometida y responsable han acompañado y siguen acompañando esta causa que la hemos iniciado hace más de 35 años.

Y, en 35 años de trabajo político e investigación, hemos encontrado una sola enfermedad que impide el engrandecimiento de nuestra querida nación.

Esa enfermedad es: “La corrupción”.

Pero la corrupción no existe sola, sino que se sirve de una esclava para perpetuarse en la sociedad. Se sirve de la ignorancia.

La ignorancia no es fácil de definir hoy por hoy, porque ya no se figura solo como la “falta de conocimiento en general”, sino más bien en la obscuridad y falta de transparencia en la utilización de la propia información.

Y ese es, justamente, el mal de los estados modernos, que buscan con el engaño y la estafa a los electores seguir recaudando con fines proselitistas y personales. A esa circunstancia la he denominado en mi teoría de la corrupción, como la teoría del Velo.


Ese velo que impide ver la realidad, que impide conocer la correcta aplicación de la ley, que subyuga la ética a una conveniencia personal y no a los fines del país. Un velo que ennegrece la vida, la libertad y la razón de los ciudadanos de todo el mundo.

Y hay un solo método para curar la corrupción: La democracia. Así lo entendemos hoy, como lo han entendido nuestros padres fundadores de la República.

La política verdadera es la que libera de la ignorancia y de la obscuridad en la que todos estamos sobre nuestro derecho como ciudadanos.

Por todos lados nos dicen: “El pueblo vota, elige y manda el día de las elecciones”.

¡No! El pueblo gobierna y manda todos los días, y en todos lados. Y son las autoridades electas y a ser elegidas las que estamos para servirle, todos los días.

Todos los días cuando subo a un micro, cuando estudio, cuando vendo mis mercaderías, cuando cumplo con mis labores, allí, gobierno y mando. Y al exigir mi derecho, estoy curando, estoy practicando la curación social. Estoy quitando la obscuridad de mi vida, estoy haciendo la verdadera política.

No estamos en la política solo para llegar al poder sino, esencialmente, para organizarnos para ejercerlo responsablemente.

Entonces, la curación social consiste en ampliar y hacer virtud del poder, y disminuir la ignorancia sobre la cosa pública, sobre la República, sobre la Constitución y sobre las leyes. En eso consiste el curacionismo, y en eso consiste la verdadera política, el ejercicio de la ciudadanía en democracia.
Pero solo las familias, los estudiantes y los trabajadores podrán poner en práctica esta verdadera política, todos los días, no solo cada cinco años. Así se gobierna en democracia.

El curacionismo nacionalista que hoy presentamos aquí en Paraguay, recientemente calificado como el más corrupto de Latinoamérica, es el llamado a una nueva Guarania, a una nueva y gran nación, desarrollada por las propias familias paraguayas, por el propio pueblo, por la justicia y la igualdad que son los principios rectores de nuestra patria.

Por eso bajo el lema de “Persona, familia y país”, iniciamos nuestra cruzada curacionista, para que la verdadera esencia de lo humano trascienda en el siglo 21, para que el poder se amplíe, se haga virtud y con claridad se construya la nueva conciencia del ser social, del ser humano para vivir con un mayor criterio de justicia.

Amigas y amigos de la democracia, hoy es el día en que comenzaremos a curar el mañana de nuestra civilización. Y así lo haremos, al amparo de nuestra fe, en la conciencia de nuestra razón, y en la fuerza de nuestra voluntad.

¡Muchas gracias!

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