Posibilidad, posibilidad, posiblidad.
Reforma, conservación, decadencia.
Parecen ser constantes inmanentes a todo cuerpo social, carentes de razón, de lógica, y de única predestinación. Invariable.
La doctrina de la curación social busca, a través de la acción de la vida misma crear la consistencia política, la fecundidad participativa y el alma de la justicia en los propios ciudadanos.
Es el deseo de curar a la sociedad, luego de un inmenso daño, de un permanente riesgo, al cual se expone a nuestra existencia como civilización, es que buscamos la curación, a través de la reparación y la prevención de la corrupción. Recordemos es la corrupción la enfermedad social por excelencia. Su disminución es la razón de ser del poder y del derecho.
Por eso, para avanzar en la curación social, para desear y accionar en política se debe comprender con claridad ese "punto de inflexión" entre el poder y el derecho: La corrupción.
Solo disminuyendo el desconocimiento y la obscuridad, la ignorancia, sobre el fenómeno que merece la mayor atención, podremos encontrar alguna luz de justicia para la patria, para las instituciones, para las familias y los ciudadanos.
Definitivamente, la convicción de nuestro siglo que nace y vuelve a nacer permanentemente, cada día, en cada decálogo, en cada declaración, es la de ponernos en la plena disposición de nuestra fe, de nuestra razón, de nuestra conciencia. Y sobre ella deseamos construir la humanidad. El objetivo común: Gran parte de nosotros puede y debe ser partícipe.
¡Puede ser percepción, observación u análisis!...Pero alegra saber que entramos en esta hermosa etapa de desarrollo de nuestra humanidad.
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