Me dice una parroquiana de Asunción: “¿Tendrá autoridad un electo con poder, pero cuestionado socialmente?”.
Según la TGC, el poder y la ignorancia de la Ley, hacen a la corrupción sistémica: en toda democracia social de derecho.
Sin embargo, nuestros representantes siguen creyendo que el otorgamiento de los poderes debe ser resultado de la componenda de sus asociados, sin respetar el debido proceso, establecido para buscar dicho poder.
“Eso es lo que ocurrió, se dejó de lado a los más elevados en puntos…” -opinó la dama.
Al obrar de esta manera se está transgrediendo la ética, buscando tal poder de forma fáctica y mediante la coacción, ya sea de amigos o interesados en sacar beneficios de tal poder o incluso por simple estrategia, cayendo así en injusticia, que no es otra cosa que la corrupción sistémica en acción. Hoy tan avanzada, en manos de los ilustrados y contra un pueblo sin capacidad de usar la soberanía de la verdad, creyendo sin poder pedir este derecho.
“Aquí ocurrió una justicia política y no lo establecido en la ley…”-afirmó.
La justicia política puede contentar momentáneamente; pero tendrá su consecuencia social en el futuro al pretender burlar la verdad ante los ojos de los electores.
“Por eso aquí ya nadie cree a las autoridades…”-sentenció.
Primero tenemos que saber que autoridad y poder son dos conceptos diferentes. El poder es la acción y la autoridad es la cualidad. El primero se puede obtener hasta por la fuerza; pero la autoridad solo por los reconocimientos para su cumplimiento en la vida diaria, respetando la ética.
Lo ideal sería que todos los que tengan el poder puedan unir autoridad, en bien de esa institución a su cargo, que si no logra demostrar al pueblo en su proceder y entró forzando en la obtención de tal poder, solo será cuestión de tiempo, para ser exigido en claridad, dentro de una democracia, social de derecho, ya que es la única forma de ir superando la ignorancia y la corrupción.
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