Una parroquiana de Luque me dice: “Tengo vergüenza de hacer política”.
Según la TGC, la ignorancia es la materia prima de la política en la corrupción sistémica.
La marcha de un Estado de derecho se mide normalmente a través de la justicia a favor de todos.
Si aflora la injusticia en lo pequeño o en lo grande, hay corrupción generalmente en los encargados de administrar. Usan la cara “de corruptis” de la ley, haciendo creer a la generalidad, la carencia de pruebas, ante casos muy notorios, terminando en penas irrisorias, sin posibilidad de recuperar los perjuicios causados como funcionarios públicos. Conste que la Constitución nacional, prevé su obligación de reparar, de su propio peculio, por el principio de responsabilidad.
“Pero acá se le condena a un político y después sale sin pisar la cárcel, ¿Qué es eso?”, se preguntó la dama.
La claridad de su pregunta, construye socialmente la impunidad; ante la vista del pueblo. Parece que la justicia está al servicio de los acomodados y peligrosos, devastadores de los bienes de todos, sin embargo, son libres con condena.
Es la característica de un Estado latinoamericano, que como el nuestro, le puede dictar cátedra de antiética a cualquier otro.
“En verdad nos gusta la farsa y el chisme político…”- acotó.
La ideología usada en nuestra política busca siempre encontrar sacar ventajas personales con grandes promesas, sin posibilidad de cumplir; pero sí simular, aprovechando la falta de preparación en la ciencia y dar todo a la acción, ofreciendo cargo y puestos a mansalva, mostrando falsa mayoría, comprando conciencia y amparando luego a la ignorancia en vergüenza, ante la corrupción sistémica.
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