Una parroquiana de Ciudad del Este me pregunta: ¿Hubo error o ignorancia en la vacunación VIP?
Según la TGC, la ignorancia crea la corrupción social.
Hasta hoy muchos siguen alegando el “error humano” en los manejos públicos, donde prima el principio de la responsabilidad, justamente de los funcionarios, puestos de cuidadores de la cosa pública. Para el particular, lo referente a la pandemia por COVID.
La figura del error en derecho cae en #ignorancia cuando se piensa justificar actos, hechos o prácticas corruptas, amparados en la confusión, aprovechando el momento.
Esa es la característica de la ignorancia en su tercer grado, o sea, utilizando la interpretación, alegando incluso inducción al error o consecuencias derivadas de la actuación.
Esto nos demuestra la constante corrupción en la que vivimos, comenzando por los formadores, menciona la mujer.
Tal vez nunca se debe apresurar un juzgamiento, todos queremos salvar nuestros pellejos del virus.
Ahora bien, lo novedosos de la noticia es la cantidad de vacunados y la responsabilidad no es solo de los últimos que aplican la vacuna, sino desde la cabeza hasta el que hizo el llamado sin especificar claramente, las circunstancias de la zona, conforme a las expresiones de los afectados, pero adelantados en la lista del Ministerio en cuestión.
¿Quiere decir que el error humano no existe en la función pública?
Si aplicamos una interpretación con claridad, la función y formación de estos representantes no puede admitir error, porque fácilmente caen en la ignorancia deliberada, en el cumplimiento de su deber, quedando la responsabilidad en los hombres de menor rango, enfermeros, camilleros y limpiadores, contradiciendo el principio objetivo del derecho positivo de nuestro país.
Es hora de comprender que la ignorancia está prohibida como alegación en defensa, sea en lo público como en lo privado, de acuerdo al código civil en vigencia.
Aquí está demostrado que hubo ignorancia, no error. Por la cantidad abrumadora de vacunados, aprovechando la miopía ridiculizante, desde la cabeza para abajo, en la función pública, carcomida también por la ignorancia social.
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