A nadie se le puede negar ya,
que tal o cual Ley es
obligatoria.
Su conocimiento es imperativo,
exigible y coercible, desde su aprobación, para todos los que viven o pretenden
vivir en lo que hoy llamamos sociedad
civilizada. La responsabilidad aumenta cuando una nación pretende decirse
democrática de verdad.
Queremos resaltar este hecho,
en virtud de que, muy fácilmente, la ley puede ser utilizada a través de los poderes, buscando beneficios; ya
sean, personales, grupales o asociativos, cayendo irremediablemente en
corrupción sistémica, que suele ser caballito de cualquier gobierno demagógico.
Esta situación fue expresa y
notoriamente clarificada en la doctrina
del curacionismo: mediante la explicación y puesta en orden de los
conceptos y diferencias sustanciales entre la Política y el Derecho, como
medios naturales de convivencia en sociedad.
El curacionismo tampoco se muestra
cerrado a la “modernización”; cuando alguna ley deja de cumplir con su objetivo
principal, y por el contrario, se muestra perniciosa.
Pero, esa costumbre de nuestros
países de modificar una Constitución
para amoldarla a tal o cual persona o partido, puede ser superada al tener esta
separación a la vista. Aporte que posibilita la disminución progresiva del
llamado “abuso de derecho”, muchas
veces ejecutada en nombre de la mayoría democrática. Así fue; así ya no será.
Este juego LEY-PODER, casi siempre confunde a los ciudadanos comunes; y, por
qué no, incluso a los encargados de los poderes, que, si bien están obligados a
conocer, lo usan a su conveniencia, a través de la negación. Así es como siguen
pretendiendo seguir construyendo la corrupción sistémica con viso de legalidad.
La doctrina de la curación
social, demuestra que PODER E IGNORANCIA,
forman la corrupción; que la ÉTICA Y LA
LEY, usadas de verdad, pueden bajar cualquier nivel o tipo de corrupción.
Aquí nos damos cuenta de la
necesidad urgente de expandir y enseñar la Teoría
General de la Corrupción (TGC), para lograr un avance en el conocimiento, a
la par que reduzcamos automáticamente la corrupción limpiando los tuétanos de
la propia Ley.
Menos corrupción, por la ley;
no viceversa.
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