Una parroquiana de Pilar me dice: “Me gusta la democracia, pero aborrezco la
simulación en la política, tanto nacional como internacional”.
Según la TGC, la ignorancia utilizada en el poder,
irremediablemente, sobreviene en corrupción: es su resultante. De ahí la
fórmula universal establecida en el tratado principal.
En este principio de ciencia social, hemos
explicado, la importancia de los poderes y de toda acción que provenga de sus
funciones. Cuando la ignorancia actúa como divisor, en cuanto a la ley y el
derecho, normalmente al plantearse un problema cualquiera, los encargados caen
en el abuso y la injusticia; “corrupción sistémica” tal como lo describe la
teoría general de la corrupción.
El resultado es mucho perjuicio a la nación
entera; pero generalmente se plantea a través de una simulación.
“Si todas
las leyes están hechas, ¿cuál es el problema en la materia corrupción, para que
se haga cumplir y punto? ¿Acaso nos gusta solo improvisar en política?”, se cuestionaba
la ciudadana del Sur.
Esta realidad planteada en la claridad, libertad y
virtud, hace que la simulación parezca muy simple; pero no lo es, desde el
punto de vista del estudio jurídico de la corrupción.
Los sistemas de corrupción, que siguen sosteniendo
y echando gobiernos, utilizan comúnmente la figura de la simulación, para
esconder por medio de la ignorancia, la oscuridad del derecho y la ley.
Presentando como ciertos y válidos, actos, hechos y prácticas en la función que
está cumpliendo una persona en los podres.
A veces, al desconocer una simulación subjetiva,
planteada en la acción política, se arguye que es necesaria para solucionar,
tal o cual situación: social, política o jurídica.
Así es como se logra la interpretación a favor del
sujeto y el objeto pretendido, que políticamente parecería factible, olvidando
muchas veces que se pasará encima de principios y normas incluso de la Carta
Magna o de Tratados Internacionales fundamentales. Principios que no pueden ser
modificados según la ocasión, la pretensión o el interés de los partícipes
ocasionales del poder.
Así es como este principio de ciencia, logra
probar, objetivamente la corrupción sistémica, por la aplicación del elemento
ignorancia en actos autónomos de poder, principalmente en su tercer grado,
donde radica la interpretación de las normas, que suele ser el mecanismo más
utilizado para lograr la simulación a la que se hizo alusión.
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