Mucho se comenta en estos días sobre el "problema" de la corrupción. Nada se pasa de manera tan superficial como este tema en las campañas políticas. Por eso hemos trabajado durante 35 años construyendo un idea política, estructurada en una posible ciencia de estudio, a fin de que el nombrar alegremente a la corrupción como un lugar común para ganar cierta simpatía en determinados sectores electorales o público votante ya no sea una simple frugalidad.
Harto complejo es el sistema de la corrupción que por teoría sabemos que comienza y termina con el problema del poder.Por eso en la Teoría General de la Corrupción(Sintetizada en 300 páginas en "La curación social") decimos que el poder y la política son por excelencia los únicos medios donde la corrupción puede transportarse, existir y perfeccionarse. y esta generalidad puede elevarse hasta la enésima potencia si se desea y hasta las últimas relaciones sociales.
Los problemas de la política son los problemas del abuso de poder y el abuso de poder nace, se mantiene y fenece por los sistemas de corrupción naturales a toda estructura.
La corrección anarquista
Para un anarquista entonces la solución está en eliminar el poder y por ende el Estado mismo. Con ello se estaría negando al mismo tiempo la esencia de lo humano, que se compone en sus acciones de poder, ignorancia y corrupción, según lo establecido en la TGC. Se está pidiendo que el ser humano deje de ser tal a fin de construir una "nueva" humanidad, subyace, la limitación de lo que es y lo que no es humano.
La primavera política electoralista
Todos nombran a la problemática de la corrupción, como un tema "sensible" pero no atendible como una política de estado.Eso es así porque la corrupción es el arma perfecta para atacar a los del "otro bando" cuando sea necesario.
Aquellos son corruptos, nosotros somos los buenos. Nada peor que la mentira compulsiva, de la cual está harta el elector común.
En toda estructura de poder hay y habrá corrupción, son elementos inalterables.
Una nueva doctrina política
Cuando el movimiento "Nación Grande", desde hace 2 años viene proponiendo al país una doctrina nacional, avizorada del caudal histórico del sentir paraguayo, no sectario o parcialista, estructurado sobre la individualidad socializante que es peculiar en el ser paraguayo, y en su forma de entender el gobierno, la política y la vida misma en sociedad.
En vano se busca "cambiar" al ser nacional si antes no se respeta la doctrina que está dentro mismo de su corazón.
Una doctrina que proyecta al mundo como un canto de esperanza, no ya como panacea como el resto de las doctrinas e ideologías políticas, sino como una justa herramienta para conducir eficientemente todo lo que se conoce, todo los que se conocerá y la conciencia social a la que se ha llegado en este estadio de evolución humana.
La única doctrina nueva política es y debe ser anticorrupción, y debe ir variando los medios mismos de alcanzar el poder, pues no se presta al simple acicalado democrático, es el progreso mismo de la democracia verdadera, que no olvidemos que también es una doctrina política antiquísima; pero una doctrina de estructuración siempre por hacerse y que necesita de un catalizador dinámico que utilice la esencia de la nueva humanidad y la ponga al servicio de la convivencia digna, al servicio de una curación social permanente.