La doctrina política curacionista
A través de la propuesta de un "contrato social", la sociedad, la humanidad, la civilización, se ha permitido establecer un nuevo orden de aspiración e idealización: pautas de comportamiento colectivas y representación democrática.
Ese mismo contrato social, fue tergiversado a lo largo de la historia a través de los dos elementos fundamentales que construyen la corrupción: la ignorancia y el poder.
Con obscuridad o ignorancia colectiva, se han tomado decisiones de poder que no tuvieron en cuenta el fin mismo de la existencia humana, del mismo derecho, y de la civilización misma: la curación de la corrupción.
Vivimos, desde el comienzo, en un cuerpo social enfermo y en degeneración constante, responde a una ley de la propia naturaleza; sin embargo, el hombre está dotado de razón y espíritu, que le permiten sobrellevar y curar, al cuerpo social, así como a su persona de esa autodestrucción temporal y decreciente. De eso se trata el trabajo político. Y para llevarlo a cabo con éxito, el político debe conocer la enfermedad con claridad meridiana, contar con experiencia en su lucha y disponer de la voluntad y la libertad necesarias para iniciar junto con miles de familias el proceso de curación social. Proceso que no es sino, el cuidado permanente, el tratamiento, que se extiende de las familias a la sociedad, a los gobiernos y los entes internacionales. No hay vueltas, ¿buscamos la curación(el cuidado y el tratamiento) o buscamos la destrucción total y permanente de nuestra propia humanidad?
Lo que se ha hecho fue introducir reformas permanentes sin otorgar el conocimiento necesario del problema real a los propios actores sociales, basados en el criterio anticuado de la "representación", del "yo todo lo sé", del "yo soy el mejor", constituyéndose no en democracia, sino en un feudalismo atorado y mimetizado en actores en democracia, no de políticos verdaderos. Y hoy, la gente ya no tiene paciencia. Hasta ayer, tal vez creían en las promesas. Hoy solo creen en ellas mismas, en sus personas y en su poder.
Por ello, como políticos, debemos permitir a la gente capacitarse sobre la enfermedad central de la sociedad; deben conocer la corrupción, para poder ejercer el poder como ciudadano, con libertad, no con limitaciones abyectas y falsas, con seguridad, no con condicionamiento; con responsabilidad, no con temeridad y audacia.
Por ello, en nuestro libro doctrinario, "Curación social", es igual a justicia social objetiva, la cual se logra dando el poder a las familias, los gremios y los estudiantes; a la persona humana. Es un designio del Dios mismo todo poderoso, porqué los gobernantes o políticos tenemos que apropiarnos de ese don superior?
Representemos con dignidad, participemos con responsabilidad, seamos una nación grande y próspera.
Adelante.
A través de la propuesta de un "contrato social", la sociedad, la humanidad, la civilización, se ha permitido establecer un nuevo orden de aspiración e idealización: pautas de comportamiento colectivas y representación democrática.
Ese mismo contrato social, fue tergiversado a lo largo de la historia a través de los dos elementos fundamentales que construyen la corrupción: la ignorancia y el poder.
Con obscuridad o ignorancia colectiva, se han tomado decisiones de poder que no tuvieron en cuenta el fin mismo de la existencia humana, del mismo derecho, y de la civilización misma: la curación de la corrupción.
Vivimos, desde el comienzo, en un cuerpo social enfermo y en degeneración constante, responde a una ley de la propia naturaleza; sin embargo, el hombre está dotado de razón y espíritu, que le permiten sobrellevar y curar, al cuerpo social, así como a su persona de esa autodestrucción temporal y decreciente. De eso se trata el trabajo político. Y para llevarlo a cabo con éxito, el político debe conocer la enfermedad con claridad meridiana, contar con experiencia en su lucha y disponer de la voluntad y la libertad necesarias para iniciar junto con miles de familias el proceso de curación social. Proceso que no es sino, el cuidado permanente, el tratamiento, que se extiende de las familias a la sociedad, a los gobiernos y los entes internacionales. No hay vueltas, ¿buscamos la curación(el cuidado y el tratamiento) o buscamos la destrucción total y permanente de nuestra propia humanidad?
Lo que se ha hecho fue introducir reformas permanentes sin otorgar el conocimiento necesario del problema real a los propios actores sociales, basados en el criterio anticuado de la "representación", del "yo todo lo sé", del "yo soy el mejor", constituyéndose no en democracia, sino en un feudalismo atorado y mimetizado en actores en democracia, no de políticos verdaderos. Y hoy, la gente ya no tiene paciencia. Hasta ayer, tal vez creían en las promesas. Hoy solo creen en ellas mismas, en sus personas y en su poder.
Por ello, como políticos, debemos permitir a la gente capacitarse sobre la enfermedad central de la sociedad; deben conocer la corrupción, para poder ejercer el poder como ciudadano, con libertad, no con limitaciones abyectas y falsas, con seguridad, no con condicionamiento; con responsabilidad, no con temeridad y audacia.
Por ello, en nuestro libro doctrinario, "Curación social", es igual a justicia social objetiva, la cual se logra dando el poder a las familias, los gremios y los estudiantes; a la persona humana. Es un designio del Dios mismo todo poderoso, porqué los gobernantes o políticos tenemos que apropiarnos de ese don superior?
Representemos con dignidad, participemos con responsabilidad, seamos una nación grande y próspera.
Adelante.