Mencionaré la importancia de un evento, en lo personal: Inauguramos la casa del curacionismo en la Ciudad de Paraguarí. Allí donde, mientras construíamos un ala nueva a la casa familiar, junto a Alipio Recalde( ya fallecido) y Oscar Agüero, pudimos ver que el Paraguay tendría en su cercano futuro(tuvieron que pasar tres décadas y media)un aporte al mundo, su propia doctrina nacional: el curacionismo. Cuya concepción no responde al mero imaginario o conceptualización personal, sino que es la propia historia de mi pueblo unida al desarrollo de una teoría científica sobre la corrupción, mal contra el que tanto hemos luchado sistémicamente el 50 % de la población, y el otro 50 %, particionado entre los que pueden absorverla en números y los que creen ver los números, y los que inventan los números para convertirlos en efectivo directo para sus arcas. Y lo debemos mencionar así porque así es.

La casa del curacionismo es la casa de la conciencia colectiva e individual sobre lo que opera realmente en el mundo de los humanos: la búsqueda de la curación social. Aquella que cura al ser humano como ser individual, y que lo establece como ser social interactuante para tal proceso, repito, permanente de curación social. ¿Porqué vemos lo contrario? ¿Por simple pesimismo?, me dirán muchos de mis amigos. Sencillamente, la curación social no necesita de publicidad o coberturas de prensa para ser percibida.
Está allí, y solo puede ser "vedada" por un cierto tiempo, hasta tanto los artífices del "decorado" ya no contengan su avance. Los medios no venden con curación social, pero la alientan con demagogia, que igual puede servir. ¿Cómo? Solo cuando, como hoy en Paraguay, unas ciudadanas y ciudadanos deciden que debe ser considerada la curación social, a través del curacionismo, como la única y principal ocupación de la política, del poder y por supuesto, del derecho. Si es la voluntad la de seguir viviendo con civilidad, en un proceso de permanente evolución democrática y social.