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Discurso: sobre la corrupción y la curación social

Discurso emitido en la Central Nacional de Trabajadores, en el marco de la Expo-Corrupción, 11 Agosto del 2011.


   Estimados compañeros de la lucha social. Autoridades y ciudadanos presentes. Es para mí, muy agradable venir y conversar con ustedes, gracias a la democracia, sobre algo tan desagradable; que está impidiendo el desarrollo de nuestro querido Paraguay.

   Ese mal es la corrupción. Un problema que, desde hace un buen tiempo, dejó de ser una cuestión simplemente ética o personal, para ser, hoy en día, un problema grave del poder, del derecho y de los sistemas.


Si hoy estoy aquí, presentando este libro a toda la ciudadanía, es por una pregunta que me hice desde pequeño:

¿Por qué el Paraguay no avanza; no se desarrolla?

Mi madre me respondía diciendo que se debía a que faltaba el diálogo y la información.

Hoy, gracias a la democracia, tenemos el diálogo, la conversación; como la que hoy iniciamos. Pero nos falta salir de la obscuridad, de la falta de información y razonamiento. Reflexionar, suficientemente, para actuar por el bien del país.

Si hoy estamos aquí, es porque tenemos la voluntad inclaudicable; el deseo, de que ésta democracia, no solo perdure, sino que, además, mejore día tras día. Pero una democracia construida en Paraguay, por y para todos los paraguayos.

Entonces, a partir de esa pregunta, he escogido el camino de mi vida. Que tiene el único fin de contrarrestar ese mal; he investigado sobre su origen, sus causas y los nuevos métodos que se necesitan implementar. Fue cumplir con un juramento que me hice desde joven: un juramento de juventud.

Encontré, en mi largo caminar, de 35 años, hasta terminar la que hoy vengo a denominar la teoría general de la corrupción, muchas dificultades; obstáculos, angustias, para llegar a la verdad. Pero este país, tiene en la corrupción, el punto de inflexión, para su desarrollo o para su destrucción paulatina como nación. Hoy estamos en ese punto de inflexión. Punto crítico, que genera esperanza, pero también, mucha incertidumbre.

Ya, queremos ser maduros para la democracia; pero la democracia no es perfecta, y exige mucho de nosotros. Exige lo más difícil: La verdad y la sinceridad. Exige justicia.

Y con esa pregunta, encontré, en la madurez de mi vida, de que la corrupción no es un problema ocasional y solo de ciertas personas.

La corrupción es el único y principal problema social, político y jurídico. Y ustedes me dirán: pero, ¿porqué no es un problema económico también?

Y sí, señores, no lo digo yo solamente; los propios organismos internacionales anticorrupción y entes monetarios globales, tales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario y Transparencia Internacional;
han declarado públicamente, el fracaso de todas las políticas anticorrupción aplicadas hasta hoy.

Conclusión, se deben cambiar los métodos y la misma política.

Todo eso porque la corrupción, hasta hoy, no ha resultado, en los hechos aparentes, un verdadero problema económico.

La corrupción molesta económicamente, solo cuando no cierran los números de las claques dominantes. Antes, no molesta. Al contrario, ayuda.

Por ello, hoy puedo afirmar, sin lugar a dudas: Que la corrupción es la razón de ser, del poder y del derecho. Para contrarrestar a la corrupción en la sociedad, han sido creados, precisamente, por el alma humana, el poder y el derecho. Es el fin último de ambos.

Es entonces el problema único y transversal de todos los problemas sociales.

Es el motivo por el cual las organizaciones sociales, hoy carentes de un apoyo político, se tienen que sumir en la lucha contra grandes mafias, que co-gobiernan con administradores públicos que desconocen su verdadera misión como servidores de la gente, de los ciudadanos; olvidando que están administrando más que una empresa o una institución: Están administrando los bienes y las riquezas del mismo pueblo paraguayo.


El primer desafío fue definir al flagelo de la corrupción.

Toda la literatura sobre corrupción presentaba el problema de cómo definirla.

Hasta ayer no había una definición jurídica, con validez lógica y objetiva certera.

Hoy puedo afirmar claramente que la corrupción es la resultante del poder sobre la ignorancia.

El poder o la P (como podemos ver en el gráfico) es toda atribución o capacidad dentro del Estado o fuera de él. Capacidad de decidir y de permitir hacer. Capacidad de aplicar la ley, generar leyes o interpretar la ley.

La Ignorancia no es precisamente una atribución peyorativa;  es una denominación con un interés científico.

La ignorancia es el grado de obscuridad u ocultación, que divide a la acción del poder. Y tiene también tres grados.

Del resultado de esa división, poder sobre ignorancia, resulta la corrupción. Y de la consagración en tres etapas bien definidas, se forma el sistema corrupto completo, dando origen a la definición propuesta en el libro que hoy presentamos.

“La corrupción es un sistema de interacción vicioso, ejecutado en una estructura de poder que tiene como finalidad establecer, aplicar o interpretar la ley, y cuyas decisiones operan sobre la ignorancia en cualquiera de sus tres grados, sobre el objeto, el sujeto o la relación entre el objeto, el sujeto y la norma, y cuya sistematicidad ocasiona un daño o perjuicio moral, patrimonial o estratégico al Estado, a la sociedad o a cualquier sujeto de derecho, o que genere la inminencia de su materialización en un futuro”.

Entonces, todo poder que utiliza sus atribuciones sobre la ignorancia; ya sea ésta, previa, establecida o creada, es corrupción.

El segundo problema, la segunda pregunta fundamental en toda investigación sobre la corrupción es cuáles son las causas o los factores que fomentan la corrupción. Las condiciones favorables.


En primer término se debe aclarar que la única condición o causa es la propia organización social humana. La corrupción es anterior y es la que origina, al poder y al derecho.

La corrupción es la que ha motivado la existencia del poder y del derecho; entonces, al ser anterior y ser fundamento de acción de éstos, no puede eliminarse, solo trabajar para disminuirla.

Esa disminución, constituye, por lo tanto, la verdadera y única tarea real del poder; de la política; de las organizaciones sociales; de las fuerzas vivas; de los ciudadanos. De esa actividad depende el progreso de una sociedad, de un país y de una nación.

Las autoridades se hacen cargo de una institución, con sistemas de corrupción preestablecidos, organizados y, normalmente, perfectos. La corrupción no se institucionaliza, sino que, más bien, son las personas encargadas, las que ponen en marcha el sistema, dentro de las instituciones.

Parece lo mismo, pero no lo es. Y quiero ilustrar el razonamiento, con un ejemplo sencillo, que tiene relación justamente con el agua.

Las instituciones son como canaletas de hormigón; con tuberías y caños de distribución.

Es un sistema de poder; preparado, para hacer correr cualquier tipo de fluido o líquido.

La elección la tendrán las autoridades y la ciudadanía. Pueden dejar correr agua sucia o agua limpia. El agua sucia son los sistemas de corrupción. Se mantienen los vicios, ya sea, por desconocimiento u omisión directa; por favores políticos; por lo que sea.

Cada autoridad o encargado de poder tiene en sus manos decidir. Graben esta palabra: decidir.

Decidir que tipo de agua pasará por las cañerías de su institución.

Pero si no tiene el manejo y el conocimiento; la reflexión, sobre esta sencilla máxima: “Corrupción es igual a poder sobre ignorancia”, no puede hacer ningún cambio. No puede corregir nada. Ni aunque sea el más honesto y virtuoso de los mortales; no podrá disminuir la corrupción,y, por el contrario, correrá el peligro de intoxicarse con ella.

El título  “Hacia nuevos métodos anticorrupción”: trata de explicar de que los métodos, pasan esencialmente por la conciencia y la igualdad de derechos, entre gobernantes y gobernados.


El primer método, entonces, es la democracia. Sin ella, no puede disminuirse la corrupción, sino solo centralizarla, en una sola persona.

El segundo método es la participación: en el conocimiento y el crecimiento cívico.

Y hay un tercer método, general,  que es el involucramiento mayor de los ciudadanos en el poder político.

No olvidemos que en Paraguay se llegó a tener miedo y desconfianza de la política, y ni que decir, de los políticos.

Se debe seguir denunciando, hasta ir forzando un nuevo orden de valores. Una valoración de los paraguayos y del patrimonio público.

A nivel gubernamental, la búsqueda permanente de la justicia en el accionar, y no la conveniencia para unos cuantos.

Se debe integrar nuestro derecho, nuestra legislación, adaptándolos y concordando con lo establecido en la Constitución Nacional y la Convención Interamericana contra la Corrupción: La cual, en sus principales artículos establece, como principio inalienable, la protección jurídica y física de las personas que denuncian los actos de corrupción. Eso, hasta hoy, no se cumple en nuestro país. Los jueces y fiscales caen en contradicciones, en prevaricato, a veces, al no respetar los derechos constitucionales, el orden de prelación de las leyes. Pudiendo, por negligencias, hoy, un denunciante pasar a ser denunciado.

Tenemos que sentirnos más dueños de las riquezas del país, no solo de su pobreza. Al parecer ciertas autoridades quieren mostrarnos, al mundo, como un país pobre y miserable; con el único fin de intentar ocultar y justificar la corrupción existente. La riqueza nos pertenece, y esa preciada riqueza del Paraguay se sintetiza en el agua.

No puede seguir esta desigualdad, entre ciudadanos; nuestro lema nacional es la igualdad.

Las autoridades deben respetar a los ciudadanos, darles su lugar.

Forcemos a las autoridades a obrar con justicia, renovemos la faz política.

El pueblo se autodeterminará y elegirá cada día mejor.

Sigamos el ejemplo de los sindicalistas y organizaciones ciudadanas, que no descansan por ver un

Paraguay mejor, libre de corrupción. Un Paraguay con valores.

Luchemos por la justicia. La corrupción es simplemente la injusticia sistematizada.

La justicia es la mayor virtud de los paraguayos. Somos justos y solidarios.

Podemos vivir en una nación mejor, en una nación grande, en un Paraguay con justicia.

La corrupción es la enfermedad, la justicia es la curación social. Ya conocemos la enfermedad, ya sabemos los métodos.

Empecemos a participar y a congeniar las voluntades individuales, hacerlas colectivas y sociales. Juntos se puede lograr.

Muchas gracias.

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