Un parroquiano del Alto Paraná me decía: “Nosotros, a la jerga la consideramos
corrupción sistémica”.
Según la TGC, teoría general de la corrupción, el poder y la
ignorancia son los elementos que conforman la corrupción. Por eso se ha
establecido una fórmula universalmente aplicable, a todos los casos.
Al comprender el poder y su responsabilidad, en cualquier
sistema político, que estriba en no permitir la confusión de la denominada “jerga”,
de los intereses personales o sectoriales, alegando ataques en perjuicio de los
intereses generales, pero solo de boca; lo cual, por definición dimos en llamar
también, ideología parcial.
La preocupación de este ciudadano paranaense, ya con la
costumbre de la denuncia, fue utilizada hábilmente en los más atroces y
brutales vejámenes, alegando la supuesta conveniencia.
He aquí la situación de la jerga, que simula y cae en
corrupción sistémica, cuando los actos, hechos o prácticas ejecutados por un
funcionario público, con poder real, producen desfalcos y desvíos contra el erario.
Pero como un sistema pensado, para recaudar, se buscará
justificar ante el país, con la sencilla persecución, auto-incriminatoria por
cierto.
Es hora de corregir las malas interpretaciones y buscar la
claridad, la libertad y la virtud, en pos de una solución social, hoy caldeada
por intereses políticos a nombre de una democracia recaudatoria, en jergas de
pandilleros, antes que de verdaderos políticos.
“Este ambiente se está
convirtiendo en costumbre para todos los poderes, con resultados negativos para
nuestro Estado de derecho, tan aplaudido en el exterior últimamente”—afirmaba
el esteño.
El deseo de recaudar de estos funcionarios, tan comprometidos
en la corrupción sistémica, va llevando al tacho las declaraciones de bajar
este flagelo, tan poderoso, en la sombra de todas las instituciones.
Constituyendo jergas o grupos extractivos del Estado, devastando todo principio
de derecho, por la ignorancia y la corrupción en la que operan.